«Hija Regresa a Casa con Niño: Embarazada de Nuevo y Temerosa de Decírselo a su Marido»
Era una típica noche de martes en la casa de los García. El sol se había puesto y el salón estaba bañado por el suave resplandor del televisor. La señora García y su marido, Roberto, estaban acomodados en el sofá, disfrutando de una tranquila velada tras un largo día. De repente, el timbre sonó, rompiendo la tranquilidad de su rutina.
La señora García intercambió una mirada de desconcierto con Roberto antes de levantarse para abrir la puerta. En el porche estaba su hija, Ana, sosteniendo a su hijo de dos años, Lucas, y una gran maleta a su lado. Sus ojos estaban rojos de llorar y parecía agotada.
«¡Ana! ¿Qué haces aquí?» exclamó la señora García, abrazando a su hija.
Ana respiró hondo, tratando de estabilizar su voz. «Mamá, necesito quedarme aquí un tiempo. Me voy de casa de Marcos,» dijo, su voz apenas un susurro.
Roberto se unió a ellas en la puerta, su rostro marcado por la preocupación. «¿Qué ha pasado, cariño?»
Ana dudó, mirando a Lucas, que se aferraba a su pierna. «Es complicado,» respondió. «Marcos… está viendo a otra persona.»
La revelación colgó en el aire como una nube oscura. La señora García hizo pasar a Ana y Lucas al interior, ayudándoles a instalarse en la habitación de invitados. Mientras estaban sentados juntos en la cocina más tarde esa noche, Ana compartió más de su historia.
«Descubrí lo de la aventura hace unos meses,» confesó Ana, con lágrimas en los ojos. «Intenté confrontarlo, pero lo negó todo. Quería creerle, pero no podía quitarme la sensación de que algo iba mal.»
La señora García extendió la mano por encima de la mesa, apretando la mano de Ana con cariño. «Hiciste bien en venir aquí,» dijo suavemente.
Ana asintió, pero había más que necesitaba decir. «Hay algo más,» admitió, con la voz temblorosa. «Estoy embarazada otra vez.»
La habitación quedó en silencio mientras la señora García y Roberto asimilaban esta nueva información. Ana continuó: «Aún no se lo he dicho a Marcos. No sé cómo va a reaccionar.»
El corazón de la señora García se encogió por su hija. Sabía lo difícil que debía ser para Ana navegar esta situación sola. «¿Has pensado en lo que quieres hacer?» preguntó con suavidad.
Ana negó con la cabeza, las lágrimas corriendo por sus mejillas. «No lo sé, mamá. Me siento tan perdida.»
Durante las semanas siguientes, Ana intentó encontrar algo de normalidad mientras se quedaba con sus padres. Inscribió a Lucas en una guardería local y comenzó a buscar trabajo para mantenerse a sí misma y a sus hijos. A pesar de sus esfuerzos por seguir adelante, el peso de su secreto se cernía sobre ella como una sombra.
Una noche, mientras Ana estaba sola en su habitación de infancia, cogió su teléfono y miró el número de Marcos en la pantalla. Su dedo flotaba sobre el botón de llamada, pero no podía presionarlo. El miedo a su reacción la paralizaba.
Los días se convirtieron en semanas y Ana continuó evitando la inevitable conversación con Marcos. Sus padres le ofrecieron su apoyo y consejos, pero al final, la decisión era suya.
Cuando el otoño se convirtió en invierno, Ana se dio cuenta de que no podía esconderse de la verdad para siempre. Necesitaba enfrentar a Marcos y afrontar las consecuencias que pudieran venir. Con el corazón pesado y las manos temblorosas, finalmente hizo la llamada.
La conversación fue dolorosa y estuvo llena de ira y acusaciones por ambas partes. La reacción de Marcos fue como Ana había temido: estaba furioso y se negó a creer que el niño era suyo. La llamada terminó sin resolución, dejando a Ana sintiéndose más aislada que nunca.
A pesar de la falta de cierre con Marcos, Ana encontró fuerza en el apoyo inquebrantable de sus padres. Sabía que el camino por delante sería desafiante, pero estaba decidida a construir una nueva vida para ella y sus hijos.