«Mi Padre Odia a Mi Nuevo Marido: Está Intentando Poner a Mi Hija en Contra de su Padrastro»
Hace dos años, tomé una de las decisiones más difíciles de mi vida: me divorcié de mi marido, Carlos. Estuvimos casados durante diez años y compartimos una hermosa hija, Lucía, que ahora tiene ocho años. El divorcio fue amistoso y ambos acordamos coparentalizar a Lucía lo mejor posible. Sin embargo, mi padre, Antonio, nunca ha podido aceptar el fin de mi matrimonio ni el nuevo capítulo de mi vida.
Después del divorcio, conocí a alguien nuevo—Javier. Javier es amable, cariñoso y ha acogido a Lucía como si fuera su propia hija. Nos casamos el año pasado y, aunque Lucía se ha adaptado bien a tener un padrastro, mi padre no lo ha hecho. Desde el momento en que conoció a Javier, dejó claro que desaprobaba. Hacía comentarios sarcásticos y cuestionaba las intenciones de Javier, a pesar de que Javier no ha hecho más que mostrar amor y cuidado tanto por Lucía como por mí.
Intenté hablar con mi padre sobre su comportamiento en múltiples ocasiones. Le expliqué que su negatividad estaba afectando a nuestra familia y que necesitaba respetar mis decisiones. Pero no escuchó. En cambio, comenzó a socavar a Javier frente a Lucía. Le decía cosas como «Javier no es tu verdadero papá» o «Tu mamá cometió un error al casarse con él». Estos comentarios confundían y molestaban a Lucía, quien quiere a Javier y lo ve como una figura paterna.
Un día, Lucía llegó a casa llorando después de una visita con mi padre. Dijo que el abuelo le había dicho que Javier nunca la querría tanto como su verdadero papá y que debía tener cuidado con él. Eso fue la gota que colmó el vaso para mí. No podía permitir que mi padre envenenara la mente de Lucía y perturbara la paz en nuestro hogar.
Llamé a mi padre y le dije que ya no era bienvenido en nuestras vidas si no podía respetar a mi familia. Me acusó de elegir a Javier sobre él y dijo que estaba cometiendo un gran error. Me rompió el corazón cortar lazos con él, pero tenía que proteger a mi hija y mi matrimonio.
Desde entonces, las cosas han estado tensas. Mi madre intenta mediar entre nosotros, pero mi padre sigue terco. Se niega a disculparse o reconocer el daño que ha causado. Lucía extraña a su abuelo, pero entiende por qué tuvimos que tomar esta decisión. Javier ha sido increíblemente comprensivo con todo esto, pero puedo ver el dolor en sus ojos cada vez que surge el tema.
Nunca imaginé que mi padre reaccionaría de esta manera. Pensé que querría que fuera feliz y apoyara mis decisiones. En cambio, ha elegido aferrarse a su ira y resentimiento, incluso a costa de su relación con su nieta.
Por mucho que me duela, he llegado a aceptar que algunas personas no pueden cambiar. Mi prioridad es el bienestar de mi familia, y si eso significa mantener a mi padre a distancia, así será. Espero que algún día se dé cuenta del daño que ha hecho y haga las paces, pero hasta entonces, tenemos que seguir adelante sin él.