Sintiendo el abandono de sus hijos adultos, Enrique lanza una advertencia contundente: o empiezan a visitarlo más a menudo o venderá la casa de campo familiar, un refugio preciado por generaciones. Esta decisión desencadena una serie de eventos que exponen problemas profundamente arraigados y, en última instancia, llevan a relaciones fracturadas.
Al principio, todo parecía perfectamente normal. Pero con el tiempo, comencé a notar cambios sutiles que insinuaban algo más profundo. Antes de conocer a Alejandro, su madre siempre lo había imaginado con otra persona. Esa persona era Emilia, una presencia habitual en nuestras vidas. Inicialmente, desestimé cualquier preocupación, confiada en la fortaleza de nuestra relación. Sin embargo, a medida que los días se convirtieron en semanas, mis sospechas crecieron, llevándome a un descubrimiento que alteraría mi realidad para siempre.
A pesar de su relación aparentemente armoniosa, Ana siempre había sentido una persistente sensación de descontento e inquietud. Con los crecientes viajes de trabajo de Javier, comenzó a cuestionar los cimientos de su matrimonio.
