El precio de la buena vecindad: ¿Hasta dónde llega la solidaridad?
Vivo en un bloque antiguo de Madrid y, sin quererlo, me he convertido en la segunda madre del hijo de mi vecina. Al principio fue un favor, luego una costumbre, y ahora una carga que me consume. ¿Cómo decir basta sin romper la paz del edificio ni sentirme mala persona?