La herida invisible: Rivalidad entre hermanas y el precio de la comparación
Desde la primera vez que escuché a Karen gritarle a su hijo que no podía ser menos que su primo, supe que algo se había roto en mi familia. Siempre sentí que mis hijas, Karen y Sara, eran como el agua y el aceite, pero nunca imaginé que su rivalidad se perpetuaría en sus propios hijos. Ahora, atrapada entre el dolor de ver a mis nietos competir y la impotencia de no poder sanar la herida de mis hijas, me pregunto si alguna vez podré romper este ciclo.