El día que me fui: Más allá de las apariencias
La mañana en que abandoné mi casa, sentí que el aire me quemaba los pulmones. Mi marido, Álvaro, y su madre, doña Carmen, siempre creyeron que lo material era suficiente para ser feliz, pero yo me ahogaba en esa jaula de oro. Al tomar la decisión de marcharme con mi hija Lucía, descubrí que la felicidad real no tiene precio y que el coraje de romper con las expectativas ajenas puede cambiarlo todo.