Hace dos años me casé con un hombre divorciado, apostando todo por nuestro futuro juntos. Ahora, su hija adolescente quiere mudarse a nuestra pequeña garsoniera en Ciudad de México, y siento que mi vida se desmorona entre recuerdos ajenos y sueños propios. Debo decidir si luchar por este amor o buscar mi propio espacio para respirar.
Tras años de soledad tras la muerte de mi marido, creí haber encontrado una nueva oportunidad en el amor con Manuel. Sin embargo, conocer a sus hijos removió heridas y despertó conflictos que nunca imaginé enfrentar a mi edad. Ahora me debato entre mi felicidad y la aceptación de una familia que no es la mía.
Mi nombre es Lucía y siempre supe que casarme con Álvaro, hijo único y muy unido a su madre Carmen, no sería fácil. La convivencia con mi suegra, sumada a la dificultad de formar una familia ensamblada con mis hijos y la hija de Álvaro, nos llevó a un punto de quiebre inesperado. Todo cambió el día que, sin pensarlo, me referí a Carmen como ‘tu madre’ delante de todos.
Soy Mariana, una mujer madura que creyó haber encontrado el amor en Julián, hasta que presencié la relación que mantenía con su exesposa y sus hijos. Ese día, frente a una escena familiar cargada de tensiones y secretos, comprendí que no podía seguir adelante con la boda. Aprendí que la verdadera felicidad no se negocia ni se acepta a cualquier precio.
Me llamo Lucía y hace cuatro años creí encontrar la felicidad al casarme con Sergio, un hombre encantador con dos hijos de su anterior matrimonio. Yo también llevaba a mi hijo, Pablo, a esta nueva familia que parecía perfecta. Pero pronto descubrí que las apariencias engañan y que el amor, a veces, es solo un reflejo frágil en el cristal.
