¿Por qué siempre tengo que ser yo la que arregle los platos rotos?
Mi nuera, Lucía, me llama desesperada porque mi hijo, Sergio, ha dejado de ayudarla en casa. Yo, Carmen, su suegra, siempre advertí que mimar demasiado a un hombre solo trae problemas, pero ahora me siento atrapada entre el deber de ayudar y el resentimiento de ver repetirse la historia de mi propio matrimonio fallido. Entre recuerdos dolorosos y conversaciones incómodas, intento encontrar una salida para no repetir los errores del pasado.