En el corazón de La Merced: Un reencuentro que lo cambió todo

—¿Pero tú lo estás viendo, Juan? ¿Eres tú o me estoy volviendo loco? —La voz de Paco temblaba mientras señalaba entre la multitud del mercado.

Me quedé helado. Allí, entre los puestos de fruta y el bullicio de La Merced, estaba mi hermano Luis. No era solo su presencia lo que me dejó sin aliento, sino la mujer que tenía cogida de la mano: Marta, mi mujer. Mi corazón se encogió como una esponja mojada. Sentí cómo la sangre me subía a la cabeza y el aire se volvía denso, casi irrespirable.

—No puede ser… —murmuré, apretando los puños hasta que los nudillos se me pusieron blancos.

Paco me miró con esa mezcla de compasión y miedo que solo los amigos de toda la vida saben poner. —Juan, vámonos de aquí, anda. Esto no te va a traer nada bueno.

Pero yo no podía moverme. Era como si me hubieran clavado al suelo de adoquines viejos y húmedos. El olor a pescado fresco y a especias se mezclaba con el sudor frío que me recorría la espalda. No podía apartar la vista de ellos. Luis reía, Marta le acariciaba el brazo. Parecían una pareja cualquiera disfrutando de una tarde en Madrid, pero para mí era como ver una película de terror en directo.

—¿Por qué aquí? ¿Por qué ahora? —me pregunté en silencio, mientras sentía cómo se me rompía algo por dentro.

Recordé todas esas noches en las que Marta me decía que tenía que quedarse hasta tarde en la tienda, que había inventario o que su madre estaba enferma. Recordé las veces que Luis había venido a casa con esa sonrisa suya, tan falsa como un billete de tres euros. Y yo, tonto de mí, confiando en los dos.

—Juan, vámonos ya —insistió Paco, tirando suavemente de mi chaqueta.

Asentí sin decir palabra. Caminamos entre los puestos, esquivando a las señoras con sus carros y a los chavales que vendían lotería. Sentía un nudo en el estómago y las piernas me temblaban como si acabara de subir el Tourmalet en bici. Cuando llegamos al camión, me apoyé en la puerta y respiré hondo.

—¿Y ahora qué vas a hacer? —preguntó Paco, bajando la voz.

—No lo sé… —dije, mirando al horizonte donde las luces de Madrid parpadeaban como luciérnagas tristes—. Pero esto no se va a quedar así.

Esa noche no pegué ojo. El camión aparcado junto al río Manzanares era mi único refugio. Pensé en mis hijos, en cómo les afectaría todo esto. Pensé en mi madre, que siempre decía: “Juanito, la familia es lo más sagrado”. ¿Y ahora qué? ¿Cómo se sigue adelante cuando te arrancan lo más importante?

Al día siguiente volví a casa antes de lo previsto. Marta estaba en la cocina, preparando un cocido madrileño como si nada hubiera pasado. Me miró sorprendida.

—¿Ya has vuelto? Pensé que no llegabas hasta el viernes…

La miré fijamente. Quise gritarle todo lo que sentía, pero solo pude susurrar:

—He estado en La Merced.

Vi cómo se le helaba la cara. Bajó la mirada y empezó a frotar el mármol con un trapo como si quisiera borrar el pasado.

—Juan… yo…

—No digas nada —la interrumpí—. No quiero mentiras. Solo quiero saber por qué.

Se hizo un silencio espeso, solo roto por el tic-tac del reloj de pared. Marta empezó a llorar en silencio, lágrimas gruesas cayendo sobre el delantal.

—No quería hacerte daño… —balbuceó—. Todo se fue complicando y…

No pude escuchar más. Salí al patio y encendí un cigarro con manos temblorosas. Miré al cielo gris de Madrid y pensé en todo lo que había perdido en un solo día.

Esa tarde fui a ver a mi madre al barrio de Vallecas. Me recibió con un abrazo fuerte y un café caliente.

—Hijo, la vida es dura —me dijo—, pero tú eres más duro todavía. No dejes que esto te hunda.

Sus palabras me dieron fuerzas para seguir adelante. Sabía que tenía que rehacer mi vida por mis hijos y por mí mismo. Quizás algún día podría perdonar, pero olvidar… eso sería otra historia.

Ahora conduzco mi camión por las carreteras de España con el corazón hecho trizas pero la cabeza alta. Porque si algo he aprendido es que la vida sigue, aunque duela.

Y me pregunto: ¿cuántos secretos caben en una familia antes de que todo salte por los aires? ¿Vosotros qué haríais si os pasara algo así?