El Misterio del Café Salado de Javier
«¡Javier, por el amor de Dios! ¿Otra vez con la sal en el café?» exclamó Patricia, mientras observaba a su esposo verter una pizca del condimento en su taza humeante. Javier sonrió con esa sonrisa que siempre lograba desarmarla, pero no respondió. Era un ritual que se repetía cada mañana, y aunque Patricia había aprendido a no insistir, la curiosidad seguía latente.
Javier era un hombre reservado, pero su amor por Patricia era evidente en cada gesto y mirada. Se conocieron en la universidad de Salamanca, donde él estudiaba literatura y ella historia del arte. Desde el primer momento, Patricia quedó fascinada por su inteligencia y su sentido del humor. Sin embargo, había algo en Javier que siempre parecía estar oculto, como si una parte de él se resistiera a ser descubierta.
Una tarde lluviosa, mientras el viento azotaba las ventanas de su pequeño apartamento en Madrid, Javier llegó a casa más temprano de lo habitual. «Patricia, tenemos que hablar», dijo con un tono que ella nunca había escuchado antes. Su corazón dio un vuelco. «¿Qué sucede?», preguntó, intentando mantener la calma.
«He recibido una oferta de trabajo en Barcelona», anunció Javier, evitando su mirada. «Es una gran oportunidad, pero significa que tendré que mudarme allí por un tiempo».
Patricia sintió cómo el suelo se desvanecía bajo sus pies. «¿Y qué hay de nosotros?», preguntó con voz temblorosa.
«Quiero que vengas conmigo», respondió él rápidamente, tomando sus manos entre las suyas. «Pero entiendo si no puedes dejar todo aquí».
Después de una larga conversación llena de lágrimas y promesas, decidieron que Patricia se quedaría en Madrid hasta que pudiera encontrar un trabajo en Barcelona. La distancia fue dura, pero ambos estaban decididos a hacer que funcionara.
Pasaron los meses y las visitas se hicieron menos frecuentes. Patricia sentía que algo se rompía entre ellos, pero cada vez que hablaban por teléfono, Javier aseguraba que todo estaba bien. Sin embargo, había algo en su voz que no lograba convencerla del todo.
Una noche, mientras revisaba unos papeles en busca de un documento importante, Patricia encontró una carta escondida entre las páginas de un libro de Javier. La carta estaba dirigida a él y firmada por una mujer llamada Laura. El corazón de Patricia se detuvo al leer las palabras llenas de cariño y complicidad.
«Javier, te extraño tanto. Espero verte pronto. Siempre tuya, Laura».
Patricia sintió cómo la traición la envolvía como una marea oscura. ¿Quién era Laura? ¿Por qué Javier nunca le había hablado de ella? Las preguntas se agolpaban en su mente mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.
Decidida a confrontar a Javier, Patricia tomó el primer tren a Barcelona al día siguiente. Al llegar a su apartamento, lo encontró vacío. Esperó durante horas hasta que finalmente Javier apareció por la puerta.
«Patricia, ¿qué haces aquí?», preguntó sorprendido.
«¿Quién es Laura?», soltó ella sin rodeos.
Javier palideció al escuchar el nombre. «Es… es complicado», tartamudeó.
«Complicado es quedarme aquí sin saber qué está pasando», replicó Patricia con firmeza.
Finalmente, Javier confesó que Laura era una amiga de la infancia con quien había retomado contacto recientemente. «No es lo que piensas», aseguró. «Nunca te he sido infiel».
Patricia quería creerle, pero la duda seguía presente. Decidieron tomarse un tiempo para aclarar sus sentimientos y resolver sus problemas.
Unos meses después, Javier falleció repentinamente en un accidente automovilístico. Patricia quedó devastada por la pérdida y por no haber resuelto sus diferencias antes de su partida.
Mientras organizaba sus pertenencias, encontró un diario escondido en el fondo de un cajón. En él, Javier había escrito sobre sus pensamientos más íntimos y sus sentimientos hacia ella. Fue entonces cuando descubrió la verdad detrás del café salado.
En una entrada fechada años atrás, Javier relataba cómo solía tomar café con sal cuando era niño porque le recordaba a su madre fallecida, quien siempre le preparaba el café así para aliviar el sabor amargo. Era un acto de amor y nostalgia hacia ella.
Patricia comprendió entonces que el café salado era un vínculo con su pasado y una forma de mantener viva la memoria de su madre. Se dio cuenta de cuánto había amado a Javier y cuánto lo extrañaría.
«¿Por qué nunca me habló de esto?», se preguntó Patricia en voz alta mientras las lágrimas caían sobre las páginas del diario. «¿Cuántas cosas más no llegué a conocer de él?».