El Novio «Perfecto» de Mi Hermana: Un Relato de Desilusión
«¡No puedo creer que sigas defendiendo a ese imbécil!», grité mientras lanzaba el plato que tenía en las manos al suelo, rompiéndolo en mil pedazos. Mi madre se llevó las manos a la boca, horrorizada por mi reacción, mientras mi hermana, Lucía, me miraba con los ojos llenos de lágrimas y rabia. «¡No sabes nada de él, Marta! ¡No tienes derecho a juzgarlo así!», replicó ella, con la voz temblorosa.
Todo comenzó hace un año cuando Lucía trajo a casa a Javier por primera vez. Era un hombre alto, de sonrisa fácil y modales impecables. Mis padres quedaron encantados desde el primer momento. «Es un joven muy educado», decía mi padre cada vez que Javier venía a cenar. Mi madre no dejaba de alabar su trabajo como ingeniero y su dedicación a la familia. Pero yo… yo siempre tuve mis reservas.
Al principio, pensé que era solo celos. Lucía y yo siempre habíamos sido muy unidas, compartíamos secretos y risas hasta altas horas de la noche. Pero desde que Javier apareció, todo cambió. Las cenas familiares se convirtieron en monólogos interminables sobre sus logros y aventuras. «Javier esto, Javier aquello», era todo lo que escuchaba.
Una noche, mientras estábamos todos reunidos en la sala, Javier comenzó a contar una historia sobre cómo había salvado a un compañero de trabajo de un accidente en la obra. Todos lo escuchaban embelesados, pero algo en su tono me sonó falso. «¿No crees que es un poco exagerado?», le susurré a Lucía cuando él salió al baño. Ella me miró con desaprobación y me pidió que no fuera tan negativa.
Con el tiempo, empecé a notar pequeños detalles que me inquietaban. Javier siempre tenía una excusa para no ayudar en casa, y aunque hablaba mucho sobre su familia, nunca los traía a nuestras reuniones. Una tarde, mientras revisaba mis correos electrónicos en la computadora familiar, encontré un mensaje dirigido a Javier desde una dirección desconocida. La curiosidad me venció y lo abrí: «Te extraño tanto… ¿Cuándo volverás a verme?».
Mi corazón se detuvo por un momento. ¿Era posible que Javier estuviera engañando a mi hermana? Decidí no decir nada hasta tener más pruebas. Durante semanas, observé cada uno de sus movimientos, buscando cualquier indicio de infidelidad o mentira.
Finalmente, una noche decidí seguirlo después de que salió de casa diciendo que tenía una reunión de trabajo. Lo vi entrar en un bar del centro y sentarse con una mujer rubia que no era mi hermana. Se abrazaron como si fueran viejos amantes. Sentí una mezcla de ira y tristeza inundar mi pecho.
Al día siguiente, confronté a Lucía con lo que había visto. «¡Estás loca!», gritó ella, negándose a creerme. «Javier nunca haría algo así». Pero yo sabía lo que había visto.
Decidí hablar directamente con Javier. Lo enfrenté en el jardín trasero mientras él fumaba un cigarrillo. «Sé lo que estás haciendo», le dije con voz firme. Él me miró con una sonrisa burlona y simplemente dijo: «No tienes pruebas».
La tensión en casa se volvió insoportable. Mis padres intentaban mediar entre nosotras, pero Lucía estaba cegada por el amor que sentía por él. Finalmente, decidí mostrarle las fotos que había tomado aquella noche en el bar.
Lucía se derrumbó al verlas. «¿Por qué?», sollozó mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Javier intentó justificarse, diciendo que la mujer era solo una amiga, pero ya era demasiado tarde.
La relación terminó abruptamente y dejó una herida profunda en nuestra familia. Lucía se encerró en su habitación durante días, negándose a hablar con nadie. Mis padres estaban decepcionados y yo me sentía culpable por haber sido la portadora de tan dolorosa verdad.
Con el tiempo, Lucía comenzó a sanar y nuestra relación se fortaleció nuevamente. Aprendimos a valorar más nuestro tiempo juntas y a ser más cautelosas con las personas que dejamos entrar en nuestras vidas.
Ahora, mirando hacia atrás, me pregunto: ¿Cómo podemos protegernos del dolor cuando el amor nos ciega? ¿Es mejor vivir en la ignorancia o enfrentar la verdad aunque duela? Quizás nunca tenga las respuestas, pero sé que siempre estaré ahí para mi hermana, pase lo que pase.