¿Debería una exsuegra poder ver a su nieta? Una cuestión de lealtad y heridas abiertas
—¿Por qué la has dejado entrar en casa, Gianna? —La voz de mi madre retumbó en el pasillo, tan afilada como siempre.
Me quedé quieta, con Nova en brazos, mientras Penélope, mi exsuegra, se quitaba el abrigo en el recibidor. Era el segundo cumpleaños de mi hija y, aunque su padre ni siquiera se había dignado a llamar, Penélope apareció puntual, con una bolsa llena de regalos y una sonrisa temblorosa.
—Mamá, no pasa nada. Solo ha venido a ver a la niña —susurré, intentando que Nova no notara la tensión.
Pero claro que pasaba algo. En esta casa siempre pasa algo cuando se trata de Penélope. Desde que Joe y yo nos separamos hace un año y medio, mi madre ha hecho todo lo posible por borrar cualquier rastro de esa familia. «No te merecen», me repetía cada vez que veía mi cara hinchada de llorar. Y yo, por momentos, le creía.
Penélope me miró con esos ojos grises, cansados. —Solo quiero darle su regalo y felicitarla. No quiero molestaros.
Nova chilló de alegría al ver el peluche nuevo. Se abrazó a Penélope sin dudarlo. Yo sentí un nudo en la garganta. ¿Cómo podía negarle ese cariño? ¿No era suficiente con que su padre hubiera desaparecido?
Fuimos al parque. Penélope caminaba despacio, hablándole a Nova de cuando Joe era pequeño. Yo la escuchaba en silencio, recordando los domingos en su casa de Vallecas, los guisos de lentejas y las risas antes de que todo se rompiera. Pero ahora todo era distinto. Ahora éramos dos bandos.
Al volver a casa, mi madre nos esperaba en el salón. Su mirada era hielo puro.
—¿Ya has terminado de hacerle la pelota a la señora? —dijo, cruzándose de brazos.
Penélope bajó la cabeza. —Solo quería ver a mi nieta…
—Pues haber educado mejor a tu hijo —espetó mi madre—. Porque aquí la que está criando sola a Nova es mi hija.
Sentí cómo me ardían las mejillas. —¡Mamá, basta! No es culpa de Penélope lo que hizo Joe.
Penélope me miró agradecida, pero también rota. —Gianna, si quieres que no vuelva más, lo entenderé. Solo… solo quería estar cerca de Nova.
Nova jugaba ajena a todo, cantando cumpleaños feliz con su peluche nuevo. Yo me senté en el sofá, agotada.
—¿Por qué tiene que ser todo tan difícil? —murmuré.
Mi madre suspiró. —Porque hay heridas que no se curan con regalos ni visitas.
Penélope se acercó y me tomó la mano. —Sé que Joe os ha fallado. Pero yo no quiero perder a mi nieta por sus errores. Nova es lo único que me queda de él.
La miré a los ojos y vi el mismo dolor que yo sentía: el abandono, la soledad, la culpa. Recordé las veces que Penélope me defendió ante Joe, cómo me ayudó cuando nació Nova y yo no podía ni ducharme del cansancio.
—No quiero hacer daño a nadie —dije al fin—. Pero tampoco quiero que Nova crezca sin saber quién es su abuela.
Mi madre resopló y salió de la habitación. Penélope lloraba en silencio.
—Gracias por dejarme estar aquí hoy —susurró—. Si algún día decides que no debo volver… lo entenderé.
La acompañé hasta la puerta. Nova le tiró un beso desde el pasillo.
Cuando cerré la puerta, me derrumbé en el suelo. ¿Hacía bien permitiendo estas visitas? ¿Era justo para Nova? ¿Para mí? ¿Para mi madre?
Esa noche, mientras acostaba a Nova, pensé en todas las familias rotas que conozco: los abuelos que desaparecen tras un divorcio, los niños que crecen sin saber de dónde vienen realmente. ¿De verdad tenía derecho a privar a Nova del amor de su abuela solo porque su padre fue un cobarde?
Al día siguiente, mi madre me encontró en la cocina.
—¿Vas a dejar que esa mujer siga viniendo?
La miré con cansancio. —No lo sé, mamá. Solo sé que Nova la quiere y ella no tiene la culpa de nada.
Mi madre se quedó callada un momento y luego asintió lentamente.
—Quizá tengas razón… Pero prométeme que si alguna vez te hace daño, no volverá a cruzar esa puerta.
Asentí. No sabía qué iba a pasar. Solo sabía que cada decisión dolía por igual.
Ahora os pregunto: ¿Qué haríais vosotros? ¿Es justo cortar el vínculo entre abuelos y nietos por culpa de los errores de los padres? ¿O hay heridas tan profundas que ni siquiera el amor puede curar?