Entre la vida y el juicio: La decisión de Lucía
—Lucía, escúchame bien. No estás preparada para esto. Hazle un favor a todos y da a la niña en adopción. —La voz de mi hermano Sergio retumbó en la sala de espera del hospital, tan fría como el suelo bajo mis pies.
No podía dejar de mirar la puerta blanca que separaba mi mundo de mi hija recién nacida. Todo había ido bien durante el embarazo: las ecografías perfectas, los análisis sin sorpresas, las risas con mis amigas en la terraza del bar, hablando de nombres y futuros. Pero aquella madrugada de junio, cuando el dolor me dobló en dos y sentí que algo no iba bien, supe que la vida no sigue ningún guion.
—¿Por qué dices eso? —pregunté, con la voz rota y los ojos hinchados de llorar—. ¿Por qué piensas que no puedo?
Sergio suspiró, mirando a nuestra madre, que no se atrevía a mirarme a los ojos.
—Mira cómo estás, Lucía. No tienes trabajo fijo, vives en un piso compartido en Vallecas y el padre… —hizo una pausa, como si el nombre de Rubén le quemara la lengua—. El padre ni siquiera ha venido.
Sentí una punzada en el pecho. Rubén se había marchado dos meses antes, incapaz de soportar la idea de ser padre. Me dejó sola con mis miedos y mis sueños rotos, pero nunca dudé de que podría salir adelante. Hasta ahora.
La enfermera salió por fin y me permitió entrar a ver a mi hija. La pequeña estaba en una incubadora, rodeada de cables y pitidos. Era tan diminuta que parecía irreal. Me acerqué despacio, temblando.
—Hola, Martina —susurré—. Soy mamá.
Las lágrimas me nublaron la vista. Sentí una mezcla de amor y terror. ¿Y si Sergio tenía razón? ¿Y si no era suficiente?
Esa noche no dormí. Mi madre se sentó a mi lado en la habitación del hospital.
—Lucía, cariño… —empezó con voz suave—. Todos queremos lo mejor para Martina. Nadie te juzga, pero tienes que pensar en su futuro.
—¿Y si yo soy su futuro? —respondí casi sin voz.
Mi madre me acarició el pelo como cuando era niña y lloré en silencio hasta quedarme dormida.
Los días siguientes fueron una tortura. Cada vez que iba a ver a Martina, sentía las miradas de las enfermeras, los susurros en los pasillos: “Es muy joven”, “No tiene apoyo”, “Quizá sería mejor para la niña…”.
Una tarde, mientras le cantaba bajito a Martina, entró Pilar, una vecina del barrio que trabajaba como asistente social.
—Lucía, ¿puedo hablar contigo un momento?
Asentí, aunque sentí un nudo en el estómago.
—Sé que estás pasando por mucho —dijo sentándose a mi lado—. Pero quiero que sepas que no estás sola. Hay ayudas para madres solteras, recursos del ayuntamiento… No tienes que tomar ninguna decisión ahora mismo.
Por primera vez sentí un rayo de esperanza. Quizá no estaba tan sola como pensaba.
Pero Sergio no cedía.
—No puedes arrastrar a una niña a tu caos —me espetó un día en casa de mi madre—. Si la quieres de verdad, dale una oportunidad con otra familia.
—¿Y si esa oportunidad soy yo? —le grité por primera vez en mi vida—. ¿Tanto miedo te da verme intentarlo?
Él se quedó callado. Por primera vez vi miedo en sus ojos, pero también algo parecido al amor.
Las semanas pasaron y Martina fue ganando peso. Cada día que la tenía en brazos sentía menos miedo y más fuerza. Empecé a buscar trabajo con más ahínco, hablé con Pilar sobre ayudas sociales y hasta encontré un pequeño estudio donde podríamos empezar juntas.
El día que nos dieron el alta, mi madre me abrazó fuerte.
—Estoy orgullosa de ti —me susurró al oído—. Pase lo que pase, aquí estoy.
Sergio vino a despedirse antes de que saliéramos del hospital. Se acercó a Martina y le acarició la manita diminuta.
—Perdóname, Lucía —dijo bajito—. Solo quería protegerte… pero creo que eres mucho más fuerte de lo que pensaba.
Salí del hospital con Martina en brazos y el corazón lleno de miedo y esperanza. Sé que el camino será duro: habrá noches sin dormir, facturas imposibles y días en los que dudaré de todo. Pero también sé que nadie puede decidir por mí lo que significa ser madre.
¿Quién decide cuándo estamos preparados para amar? ¿Cuántas veces nos dejamos llevar por el miedo ajeno? Yo elegí luchar por mi hija… ¿y tú? ¿Qué habrías hecho?