Regreso Inesperado: Un Hogar Que Ya No Era Mío

«¡No puede ser!» grité en mi mente mientras el taxi se detenía frente al edificio de apartamentos. El corazón me latía con fuerza, no solo por la emoción de ver a Mia, sino también por el miedo a lo desconocido. Había estado fuera durante seis meses, desplegado en una misión que me había mantenido alejado de todo lo que amaba. Pero ahora estaba aquí, con un ramo de flores en una mano y una maleta en la otra, listo para sorprenderla.

Subí las escaleras dos a la vez, mi mente llena de imágenes de su sonrisa, de sus ojos brillando al verme. Pero cuando llegué a la puerta, algo me detuvo. Un sonido apagado venía del interior del apartamento. Era música, pero no cualquier música; era nuestra canción. «¿Por qué estaría sonando ahora?» me pregunté.

Con el corazón en un puño, giré la llave en la cerradura y empujé la puerta lentamente. Lo que vi me dejó sin aliento. Allí estaba Mia, en el sofá, pero no estaba sola. Un hombre que no reconocí estaba sentado a su lado, demasiado cerca para mi gusto. Mi mundo se derrumbó en ese instante.

«¡Javier!» exclamó Mia al verme, su rostro palideciendo al instante.

«¿Qué está pasando aquí?» pregunté, mi voz temblando de incredulidad y rabia contenida.

El hombre se levantó rápidamente, murmurando una disculpa antes de salir apresuradamente del apartamento. Mia se quedó allí, mirándome con ojos llenos de lágrimas.

«Javier, yo… no sabía que vendrías tan pronto», dijo con voz quebrada.

«Eso no importa ahora», respondí, dejando caer las flores al suelo. «¿Quién era él? ¿Qué está pasando entre ustedes?»

Mia bajó la mirada, incapaz de sostener mi mirada. «Es… es solo un amigo», balbuceó.

«¿Un amigo?» repetí sarcásticamente. «¿Así es como llamas a alguien con quien compartes nuestra canción?»

El silencio se hizo pesado entre nosotros, solo roto por el sonido de mi respiración agitada. Me sentía traicionado, como si todo lo que habíamos construido juntos se hubiera desvanecido en un instante.

«Javier, por favor, déjame explicarte», suplicó Mia, acercándose a mí.

Retrocedí un paso, levantando una mano para detenerla. «No sé si quiero escuchar tus explicaciones ahora mismo», dije con voz ronca.

Salí del apartamento sin mirar atrás, mis pensamientos un torbellino de emociones contradictorias. Caminé sin rumbo por las calles de Madrid, tratando de procesar lo que acababa de suceder. ¿Cómo había llegado todo a esto? ¿Había sido ciego a las señales?

Pasaron horas antes de que finalmente regresara a mi propio apartamento. Me dejé caer en el sofá, sintiéndome más solo que nunca. La imagen de Mia con ese hombre seguía repitiéndose en mi mente como un disco rayado.

Los días siguientes fueron un borrón de llamadas perdidas y mensajes sin responder. Mia intentó contactarme varias veces, pero no tenía fuerzas para enfrentarla. Necesitaba tiempo para pensar, para decidir qué hacer con mi vida ahora que todo había cambiado.

Finalmente, después de una semana de silencio, decidí enfrentar la situación. Llamé a Mia y acordamos encontrarnos en un café cercano. Cuando llegué, ella ya estaba allí, con los ojos hinchados por el llanto y una expresión de arrepentimiento en su rostro.

«Javier», comenzó ella tan pronto como me senté frente a ella. «Lo siento tanto por lo que pasó. No hay excusa para lo que hice.»

La miré fijamente, tratando de encontrar alguna señal de sinceridad en sus palabras. «¿Por qué?» fue todo lo que pude decir.

Mia suspiró profundamente antes de responder. «Me sentía sola sin ti aquí. Él era alguien con quien podía hablar, alguien que me escuchaba… pero nunca quise hacerte daño.»

Sus palabras me golpearon como una ola fría. Sabía que había sido difícil para ella mientras yo estaba lejos, pero nunca imaginé que buscaría consuelo en otro.

«¿Y ahora qué?» pregunté finalmente.

Mia me miró con lágrimas en los ojos. «Quiero arreglar las cosas contigo, si me das una oportunidad», dijo con voz temblorosa.

Me quedé en silencio por un momento, considerando sus palabras. Parte de mí quería perdonarla y tratar de reconstruir lo que habíamos perdido, pero otra parte dudaba si alguna vez podría volver a confiar completamente en ella.

«No sé si puedo hacerlo», admití finalmente. «Necesito tiempo para pensar en todo esto.»

Nos despedimos con un abrazo incómodo y prometimos mantenernos en contacto. Mientras caminaba de regreso a casa, me di cuenta de que este regreso inesperado había cambiado mi vida para siempre.

Ahora me enfrento a una decisión difícil: ¿puedo perdonar y seguir adelante con Mia o es hora de cerrar este capítulo y buscar un nuevo comienzo? ¿Qué harías tú si estuvieras en mi lugar?